Estación de José León Suárez, pequeño centro cuasi-legalizado de vendedores ilegales, que ofrecen una gran variedad de artículos de escaso valor y dudosa calidad.
Escenario de pescados recién arrancados del Paraná y jaulas de cotorras comunes devenidas australianas. Crisol de aromas de quesos, salame y tortilla a la parrilla, de fresias para festejar la primavera y crema de menta para la congestión nasal.
Y entre todos ellos, ese hombre, esa ironía que hubiera inventado con gusto, pero la vida me ganó de mano.
Ese hombre que en primavera y verano vende ojotas, y en otoño e invierno, alpargatas. Ese hombre que vendiendo durante el año entero calzado, tiene amputados los pies.
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